Un viaje al rededor de los museos

Museos pequeños, museos con encanto, museos poco conocidos, museos y/o fundaciones de mis artistas o arquitectos favoritos, museos que he tenido el gusto de visitar y que, por diferentes razones, merecerían volver a ser visitados.

Todos los textos y fotos de este blog son autoría y propiedad de Agustín Calvo Galán. Si quieres citarlos o usar las fotos, puedes hacerlo; pero, por favor, indica la procedencia y la autoría. Gracias.

lunes, 2 de marzo de 2020

Museo Naval México (Veracruz, México)

Desde nuestra habitación, en la octava planta del Hotel Emporio de Veracruz, vemos en primer plano el faro de Venustiano Carranza, los muelles del puerto con cargueros en plena faena de descarga, y a lo lejos, en una isla a la entrada del puerto, el gran fuerte de San Juan de Ulúa, baluarte en el que, tras la independencia efectiva de México en 1821, capitularon las últimas tropas españolas en territorio mexicano en 1825. A  nuestras espaldas, la ciudad de Veracruz se extiende en edificios no siempre bien conservados, cafeterías populares como la famosa Parroquia donde la leche se escancia en vasos altos, plazas animadas en las que se baila el danzón al atardecer y altísimas palmeras que nos recuerdan que estamos junto al mar Caribe.
Tras un corto paseo llegamos al Museo Naval. La blancura de su fachada deslumbra bajo el sol de la mañana. Un marinero uniformado también de blanco impoluto vigila la puerta. Por un momento tengo la impresión de que nos va a cerrar el paso con su fusil; pero no, nos dice un bienvenidos franco. Accedemos a un gran patio en el que se han colocado diferentes tipos de botes y canoas, así como un helicóptero militar. Entramos en el gran edificio y lo primero que nos encontramos es una sala con audiovisuales dedicados a glorificar la Armada mexicana. Los colores de la bandera nacional se mezclan con las palabras honor, deber, lealtad, heroicidad, etc. Parece como si quisieran convencernos de que nos hemos de enrolar y, por un momento, tengo miedo de que el Museo esté dedicado exclusivamente a un cierto patrioterismo hueco. Pero al pasar a las siguientes estancias se me pasa el espanto: entramos en unos espacios dedicados concretamente a la historia naval de México. Primero nos topamos con unas salas dedicadas a la navegación en épocas prehispánicas, con canoas y la reproducción de algunas pinturas indígenas con esta temática. A continuación llegamos a la que se considera la primera batalla naval de la historia de México: el sitio de Tenochtitlan. Pero ¿cómo la conquista de una ciudad de tierra adentro puede considerarse una batalla naval? La respuesta es sencilla: la capital azteca fue construida dentro del lago Texcoco para su mejor defensa, y su conquista final por parte de Hernán Cortés se produjo desde el lago mismo en 1521, cuando los españoles construyeron allí 13 bergantines que, acompañados por cientos de canoas de otros pueblos indígenas, enemigos de los mexicas, consiguieron rodear la ciudad y cortar todo suministro hasta que la capital cayó bajo el poder español. Para ilustrar la batalla se ha realizado una maqueta del Tenochtitla en medio de un lago en el que se han colocado reproducciones de los bergantines españoles y de las canoas indígenas. En las siguientes salas se explica la historia de la llamada Nao de China o Galeón de Filipinas, el barco que realizaba el comercio con las Filipinas desde Acapulco, durante el Virreinato de la Nueva España, así como algunos episodios de la independencia de México a principios del siglo XIX.
Pero las salas que más nos llaman la atención son las dedicadas a las invasiones extranjeras que sufrió México durante los siglos XIX y XX, por parte de Francia (con la proclamación del Segundo Imperio y la imposición de un emperador austriaco) y de los Estados Unidos. Las relaciones entre México y su poderoso vecino del norte nunca fueron sencillas: primero la ampliación de los territorios estadounidenses hacia el oeste, a costa de los mexicanos y, después, el intervencionismo de los gringos durante la revolución mexicana propició diferentes ocupaciones territoriales. La última invasión se produjo en 1914, cuando los norteamericanos volvieron a intervenir en territorio mexicano para intentar evitar la importación de armas por parte de una de las facciones revolucionarias, y más concretamente se ocupó la ciudad de Veracruz durante 8 meses. Uno de los episodios más trágicos de esta invasión se produjo justo en el edificio que alberga hoy el Museo y que entonces era la Escuela Naval de la Armada. Cuando las autoridades civiles y militares de Veracruz supieron que las tropas gringas estaban siendo desembarcadas en el puerto, salieron corriendo de la ciudad. Los únicos que opusieron resistencia fueron, precisamente, los cadetes de la Escuela Naval, bajo el mando del comodoro Manuel Azueta. En una sala se ha hecho una reproducido muy conseguida del dormitorio de los cadetes en plena batalla, se oyen disparos y voces, los jóvenes combatientes son figuras recortadas disparando desde las ventanas. En las paredes, fotos de los combates y de las tropas estadounidenses desfilando por el centro de Veracruz.
Salimos de la parte histórica y accedemos a otras estancias dedicadas de nuevo a la Armada mexicana y sus actuales novios y armas. Accedemos por fin al patio central cubierto en el que se ha reproducido en el suelo un mapa del mundo de grandes dimensiones: paseamos sobre mares y continentes, justo delante de la Península Ibérica el dibujo está dañado, es como si la mayor parte de los visitantes, como nosotros, se hubieran detenido en el mismo sitio. Acabamos nuestra visita en la cafetería del Museo donde unos marineros nos atienden amigables, con amplias sonrisas.

https://www.semar.gob.mx/museonavalmexico/index.htm

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