Un viaje al rededor de los museos

Museos pequeños, museos con encanto, museos poco conocidos, museos y/o fundaciones de mis artistas o arquitectos favoritos, museos que he tenido el gusto de visitar y que, por diferentes razones, merecerían volver a ser visitados.

Todos los textos y fotos de este blog son autoría y propiedad de Agustín Calvo Galán. Si quieres citarlos o usar las fotos, puedes hacerlo; pero, por favor, indica la procedencia y la autoría. Gracias.

martes, 24 de octubre de 2023

Museo del Tapiz de Bayeux (Bayeux, Francia)


Desde mi época de estudiante de historia en la Universidad de Barcelona he querido ver el Tapiz de Bayeux, también conocido como Tapiz de la reina Matilde. Y, por fin nos encontramos en Normandía, concretamente en una ciudad pequeña y escondida, cuyo nombre resuena a través de los siglos gracias a una tela tejida con un pedacito de la Historia de Europa. Así, nos acercamos al antiguo seminario de Bayeux, desde 1983 convertido en centro Guillermo el Conquistador para exponer, precisamente, el famoso tapiz. 

Al entrar en el patio del gran edificio neoclásico que forma el museo, enseguida nos damos cuenta de que, poco a poco, van accediendo, al igual que nosotros, pequeños grupos de personas que enseguida formamos una colorida cola frente a las taquillas. Me percato entonces de que aquí vienen personas de toda Europa y de todo el mundo a ver este pequeño gran testimonio conservado, milagrosamente, del pasado: detrás de nosotros oigo como una pareja habla alemán, delante tenemos unos ingleses. Más adelante oigo también como una pareja de personas negras están comprando sus entradas, les preguntan su procedencia y contestan que de Curaçao -al parecer, en español se ha de llamar Corazao a esta pequeña isla neerlandesa junto a las costas de Venezuela, pero yo prefiero mantener la grafía en papiamento, que para algo es uno de los pocos creoles del español existentes en el mundo-. Cuando nos toca a nosotros tengo que decir un, tan poco exótico, d'Espagne.

Con nuestras entradas en la mano seguimos por un largo pasillo hacia la zona en la que se nos entrega la audioguía imprescindible. Nos preguntan en qué idioma la queremos, hay 16 disponibles: en espagnol s'il vous plait. A continuación accedemos a la sala, casi a oscuras, en la que se encuentra el tapiz iluminado detrás de un cristal. 70 metros de tela nos contemplan. Los visitantes, sus lenguas y colores de piel, desaparecen: en ese lugar solo existe esta tela alargada o apaisajada. Como todo el mundo va oyendo su audioguía, hay un silencio eclesiástico lleno de murmullos muy apropiado para un lugar que antes había sigo un seminario. El tapiz está bordado con las escenas, en un continuum sin cortes, de unos acontecimientos que sucedieron hace mil años: la conquista de Inglaterra por parte del duque de Normandía, Guillermo el Conquistador. Nos fijamos en la finura y la destreza simplificadora de las escenas bordadas, en las caritas de los diferentes personajes -parece que estamos ante un cómic más que ante un tapiz medieval-, especialmente los caballos están tan sorprendentemente bien perfilados, que su protagonismo es arrebatador: son imponentes.

Al fin, la batalla de Hastings. Entonces recuerdo las palabras con las que nuestra profesora de Historia Medieval, Blanca Garí, comenzó su lección el primer día de clase: 14 de octubre de 1066, las tropas normandas de Guillermo el Conquistador se preparan para la batalla más decisiva de su tiempo. Recuerdo sus clases con emoción y entusiasmo, gracias a ella estamos hoy frente a este tapiz historiado, en un museo dedicado exclusivamente a él. Constato también que ninguna fotografía, por buena que sea, se puede substituir por estar frente a la tela misma y ver la profundidad, las texturas, los hilos, las manchas del tiempo, su inquebrantable fragilidad: la pátina de lo siglos. 

Tras recorrer todo el tapiz subimos a un piso superior donde se ofrecen algunas informaciones sobre la época en que se creo, así como la intrahistoria de su larga existencia. Al parecer, hasta el siglo XVIII se exponía dos veces al año en la catedral de Bayeux. Durante la revolución francesa fue confiscado y escondido para evitar su destrucción. Después Napoleón pediría que se lo trajeran a su palacio de Paris a principios del siglo XIX, tal vez como propaganda para preparar una invasión de Inglaterra. Después fue devuelto a Bayeux y durante varias décadas se estuvo exponiendo una vez al año en el ayuntamiento de la ciudad. Pero ya a mediados del siglo XIX se expuso permanentemente en la sala llamada de la reina Matilde (esposa de Guillermo el Conquistador). Al comienzo de la II Guerra Mundial el ayuntamiento de Bayeux guardó el tapiz en un lugar seguro, pero en 1944, justo antes del comienzo de la batalla de Normandía, los alemanes lo reenviaron al museo del Louvre, tal vez con la intención de llevárselo a Alemania. Tras la liberación de Francia, el tapiz estuvo expuesto un una sala del Louvre antes de ser devuelto a Bayeux.

Al salir, el sol del verano nos deslumbra durante un instante en las calles empedradas de esta ciudad milenaria. La emoción de haber estado frente a algo extraordinario, sin embargo, perdurará indefinidamente en el tiempo. 

 https://www.bayeuxmuseum.com/la-tapisserie-de-bayeux/