Un viaje al rededor de los museos

Museos pequeños, museos con encanto, museos poco conocidos, museos y/o fundaciones de mis artistas o arquitectos favoritos, museos que he tenido el gusto de visitar y que, por diferentes razones, merecerían volver a ser visitados.

Todos los textos y fotos de este blog son autoría y propiedad de Agustín Calvo Galán. Si quieres citarlos o usar las fotos, puedes hacerlo; pero, por favor, indica la procedencia y la autoría. Gracias.

lunes, 27 de mayo de 2019

Museo de Maricel de Sitges, (Barcelona)

Llueve a mares cuando llegamos a Sitges. Hemos venido a visitar esta localidad costera con Paola, amiga y profesora de literatura española en la Universidad de Bari (Italia). La imagen icónica de esta población, el paseo marítimo y la iglesia, surge ante nosotros sumida en un mundo acuoso, de una manera conmovedora. Además, nos sorprende ver como la tormenta ha dejado las playas reducidas a la mínima expresión. Nos dirigimos a paso firme al llamado Racó de la calma, donde se ubica el Museo, para visitarlo y también ponernos a cubierto. Mientras tanto, le voy explicando a Paola que hace unos años aquí habían dos museos juntos: el Cau Ferrat y el Mar i Cel. Ahora, con muy buen criterio, se han unificado bajo el nombre de Museu de Maricel. El origen del Cau Ferrat fue la adquisición en 1893 de una casa de pescadores por parte del insigne pintor y escritor Santiago Rusiñol, para, a continuación, tirarla y construir lo que sería su taller. Aquí pintaba y almacenaba obras de arte propias o adquiridas; y a este lugar acudían habitualmente sus amigos, los artistas más insignes de la Barcelona finisecular. Toda esta parte de Sitges era a finales del siglo XIX un barrio popular. Con aquella adquisición comenzó todo un proceso de destrucción y construcción de un marco incomparable, formado por varios palacios, todos con un estilo neogótico y noble, muy en boga en pleno modernismo, que se acabaría en la década de los años 20 del siglo XX. La verdad es que el conjunto impone y atrae a los turistas. Pero, por suerte para nosotros, muy pocos entran en el Museo. La visita se inicia, precisamente, por la parte que fue del Cau Ferrat. Aquí podemos encontrar sobre todo toda la colección de forjados, muebles, cristales, cerámicas y arte de todo tipo, que Rusiñol fue adquiriendo en sus viajes por toda Cataluña. También hay alguna obra del propio Rusiñol, así como de alguno de sus más insignes amigos, como Ramón Casas, Picasso, etc. Destaca, en la gran sala central, que imita la de un castillo medieval, por encima de todo, un cuadro de El Greco: Las lágrimas de San Pedro. Como Paola tiene raíces griegas, se interesa enseguida no solo por el cuadro sino también por la reivindicación que hicieron los modernistas catalanes de la figura del pintor cretense. Después de visitar el Cau Ferrat, pasamos a la parte del antiguo museo Mar i Cel. Aquí se concentra el legado de varios coleccionistas de arte como la del doctor Jesús Pérez Rosales. Se puede ver una muestra muy variada de diferentes épocas, que van desde murales románicos y góticos pasando por obras modernistas y novecentistas, como una escultura de Josep Llimona, así como obras de Rusiñol, -con alguna de sus características pinturas de jardines españoles-, Fortuny, Casas, y también una sala con murales tremendistas y tenebristas de Josep Maria Sert, con una alegoría sobre la I Guerra Mundial. Sin embargo, el plato fuerte de la visita es el balcón con arcadas sobre el mar. Las vistas sobrecogen y en este día de tormenta aún más, porque el mar choca contra los muros del Museo, como si lo quisieran derribar. Entre los arcos del balcón, varias esculturas de figuras femeninas en calma contrastan con el movimiento de las olas del exterior. Junto al balcón han colocado la estatua original, homenaje a El Greco, iniciativa de Rusiñol y sufragada por donaciones de los habitantes de la población, que estaba situada en el paseo marítimo de Sitges. Ahora allí han puesto una reproducción, porque esta que cobija el Museo está ya muy deteriorada por la sal marina: tanto el rostro, como las manos y la golilla del pintor afincando en Toledo han quedado bastante desfigurados. El paso del tiempo y la cercanía al mar han podido con la sólida piedra, pero no con la reivindicación del genial cretense. Salimos y parece que la lluvia nos da una tregua para que podamos dar un paseo por la parte antigua de Sitges.

http://museusdesitges.cat/es/museo/maricel/museo-de-maricel

miércoles, 8 de mayo de 2019

Museo de Dubái (Emiratos Árabes Unidos)


Estamos en Al Fahidi. Se trata del verdadero barrio antiguo de Dubái: muy bien conservado o restaurado, con casas tradicionales árabes, convertidas ahora en su mayor parte en galerías de arte y restaurantes. Entramos en una de las galerías: accedemos primero a un patio interior, rodeado de habitaciones donde se exponen algunas obras, ninguna de interés artístico, tal vez únicamente decorativo. Las calles de piedra blanca, estrechas, las fachadas de un solo piso y en colores claros, nos transportan al lugar tranquilo y originario que fue Dubái hasta los años setenta. Seguimos, de sombra en sombra, hasta el Dubai Museum, que se encuentra en el interior de un antiguo fuerte, de hecho es el edificio más antiguo de la ciudad aún en pie y uno de los lugares más visitados por los turistas. Al llegar vemos como una multitud de grupos de turistas van entrando y, después, seguirán ordenadamente paseando por su interior. Oímos todos los idiomas de Europa y de Asia, aquí se podría hacer también una radiografía de todas las conexiones áreas que Emirates realiza diariamente entre Dubái y el resto del mundo. El fuerte se muestra por fuera impenetrable con sus muros altos, hecho de una mezcla curiosa de yeso y coral que le dan un tonalidad rosado, está formando un rectángulo con dos torres. Al entrar se accede a un gran patio, donde han colocado varios cañones y barcas de remos de diferentes tamaños y un viejo dhow, recuerdo de los antiguos barcos de vela árabes que surcaron los mares hacia África y hacia el sudeste asiático comerciando con especias, perlas y esclavos. Pasamos corriendo hacia las partes cubiertas, en el interior, porque el sol da de lleno en el patio, al refugio del aire acondicionado, aunque tengamos que ir como dos ovejitas más, por en medio de los rebaños de turistas. No nos importa si, a cambio, no nos achicharramos. En las diferentes estancias habilitadas como museo se muestra la vida en el antiguo Dubái, antiguo significa aquí anterior a 1971, con maniquíes de hombres y mujeres vestidos a la manera tradicional dentro del hogar, y también los oficios de pescador y buscadores de perlas, así como los comerciantes, los religiosos y los gobernadores o emires, en sus cortes hechas de jaimas en medio del desierto. En una sala se muestran antiguos vestigios arqueológicos. Es, sin duda, la parte más interesante de todo lo que se encuentra expuesto en este lugar, también la más auténtica, aquí no hay maniquíes, sino piezas de verdad, vestigios desde la prehistoria hasta  los primeros asentamientos árabes en la zona y de su comercio con otras partes del mundo antiguo, incluidas piezas fenicias, griegas y romanas. Curiosamente, en esta sala no hay prácticamente nadie, estamos solos. Las multitudes prefieren ver escaparates como los de Zara, con muñecones a la moda árabe de otra época, antes que unas piezas de cerámica o unas piedras originales, antiguas de verdad. Es así como estos vestigios, que conectan el golfo pérsico con el Mediterráneo nos hacen viajar a través del tiempo, y nos devuelven a las orillas de nuestras costas mediterráneas, nos acercan a casa… Será porque en mi niñez….que diría Joan Manuel Serrat. Antes de volver a salir a la calle, pensamos muy bien el trayecto a seguir para llegar lo antes posible a la parada de metro y no morir de calor por el camino.

http://www.dubaiculture.gov.ae/en/Live-Our-Heritage/Pages/Dubai-Museum-and-Al-Fahidi-Fort.aspx