Un viaje al rededor de los museos

Museos pequeños, museos con encanto, museos poco conocidos, museos y/o fundaciones de mis artistas o arquitectos favoritos, museos que he tenido el gusto de visitar y que, por diferentes razones, merecerían volver a ser visitados.

Todos los textos y fotos de este blog son autoría y propiedad de Agustín Calvo Galán. Si quieres citarlos o usar las fotos, puedes hacerlo; pero, por favor, indica la procedencia y la autoría. Gracias.

sábado, 5 de agosto de 2023

Museo del Ara Pacis (Roma, Italia)

 

Roma es la ciudad eterna, y es también la ciudad inabarcable. Capital de la Italia moderna y, sin embargo, ya lo dijo Montaigne en sus Ensayos, un francés o un español nunca se sentirán extranjeros en Roma por ser la cuna de los países latinos; a lo que yo añadiría, humildemente, que en ella no solo los pueblos de habla romance sino toda la civilización occidental tiene su origen y su punto de referencia. 
Miles de años de historia se van acumulando, capas sobre capas, para formar la ciudad actual. Son tantos los acontecimientos, tantos los monumentos y obras artísticas, que necesitaríamos toda una vida para recorrerla. No obstante, el visitante ocasional, puede hacer un recorrido parcial, poniendo el énfasis en lo que más le interese. Así, si nos centramos en la Roma arqueológica y, más concretamente, en el surgimiento del imperio romano y su consolidación a través de la llamada Pax Romana, debemos visitar ineludiblemente el Museo del Ara Pacis.
El Ara Pacis Augustae fue construido entre los años 13 y 9 a.C. como una forma de conmemorar las victorias del primer emperador de Roma, Augusto, en Hispania y Galia, que supusieron la consolidación del poder romano en todo el Mediterráneo occidental. Con ello, el gran éxito propagandístico de Augusto fue aquí celebrar y divinizar a la paz y no a la guerra. El templo, con el paso de los siglos, fue reducido a escombros y parte de sus piedras se reutilizaron para levantar otras edificaciones. No sería hasta principios del siglo XX cuando se redescubriera y comenzara su reconstrucción, que tuvo su momento álgido gracias a los esfuerzos, en sus intentos de asimilación, de Mussolini por recuperar monumentos romanos.
El templo vivió un segundo renacimiento cuando en 1995 fue incluido dentro de un edificio más amplio, obra del norteamericano Richard Meier, para su mejor preservación: el Museo del Ara Pacis, junto al Tíber.
El museo está diseñado para hacer resaltar el altar, pues se trata de una especie de galería alargada cuyas fachadas son casi totalmente acristaladas, lo que permite que la luz natural lo invada todo. El templo atrae enseguida nuestras miradas por su blancura impoluta. Realizado en mármol de Carrara, tiene una sencillez estructural sorprendente: un rectángulo elevado de dimensiones relativamente pequeñas, con una entrada y una salida. Lo que realmente resalta y llama enseguida nuestra atención es la decoración interior y exterior. Visualmente divididos en frisos, la finura tanto de los bajorrelieves florales como la representación de personas (Augusto y su familia) es de una gran perfección: belleza y naturalismo se dan aquí la mano. Nos encontramos ante un gran monumento de la antigüedad pero, en contraste con otros, no por su tamaño, sino por los detalles y la calidad de la decoración. 
Al salir, nos fijamos en los muros laterales que forman la base del edificio del museo: una parte está recubierta por textos latinos, las letras labradas en la piedra nos permiten admirar su bella simplicidad práctica, y nos recuerda la permanencia y actualmente el triunfo de la cultura romana en el mundo a través de la expansión casi universal del alfabeto latino.