Un viaje al rededor de los museos

Museos pequeños, museos con encanto, museos poco conocidos, museos y/o fundaciones de mis artistas o arquitectos favoritos, museos que he tenido el gusto de visitar y que, por diferentes razones, merecerían volver a ser visitados.

Todos los textos y fotos de este blog son autoría y propiedad de Agustín Calvo Galán. Si quieres citarlos o usar las fotos, puedes hacerlo; pero, por favor, indica la procedencia y la autoría. Gracias.

domingo, 21 de noviembre de 2021

Museo Casa Lis (Salamanca)









Atravesamos el río Tormes por el Puente Romano, frente a nosotros la pétrea y luminosa Salamanca. La tarde nos acompañada con una temperatura agradable. Avanzamos hacia el centro histórico y, de repente, nos sorprende una fachada acristalada, ligera y colorida, con escalinata y balconada, que contrasta grandemente con el entorno clásico salmantino. Se trata de la Casa Lis, Museo Art Nouveau y Art Déco. Estamos ante su fachada trasera, que mira al río, mientras que la fachada principal, a diferente altura, da a la calle Gibraltar, que es hacia nos dirigimos para visitarla.

A principios del siglo XX, Don Miguel de Lis, rico propietario de una fábrica de curtidos, le encargó al arquitecto Joaquín de Vargas y Aguirre la construcción de un palacete urbano según el estilo modernistas que se estaba empleando en la arquitectura de la época en Bruselas, París o Viena. El resultado fue esta magnífica Casa Lis, única y sorprendente en tierras castellanoleonesas, inaugurada en 1906. La casa fue cambiando de propietarios a lo largo del siglo XX, hasta que en los años 70 fue abandonado y quedó en estado ruinoso. En los años 80, por fortuna, el ayuntamiento de Salamanca, consciente de su gran valor, la expropió y la renovó para convertirla en el actual museo.

Entramos y lo primero que nos deja con la boca abierta es el gran patio con columnas y techo acristalado en el centro de la casa. Los cristales de colores, con motivos abstractos, ligeramente paisajistas, dejan entrar la luz de la tarde y crea un espacio acogedor y sereno, repleto de tonalidades azules y verdes. En un rincón un piano, cuadros en las paredes y alguna que otra escultura llenan el espacio. Nos dirigimos primero, en la planta baja, a ver la exposición temporal, titulada "Tres visiones de España", con cuadros de nada más y nada menos que de Sorolla, Romero de Torres y Gutiérrez Solana. La recorremos admirados por el contrate que estos tres pintores coetáneos crearon en la historia del arte español, que coincide, pensamos, con las mismas vicisitudes, luces y sombras, del país a principios del siglo XX: Sorolla trae la claridad y el optimismo, no sin cierto melancolía, de la España mediterránea; Romero de Torres nos muestra la mujer andaluza, racial, castiza, con cierto aire simbolista y oscuro, tan en boga en toda la Europa de la época; por último, Gutiérrez Solana nos trae una España popular, festiva, pero también negra e irracional, de una religiosidad ancestral, aterradora y destructiva.

En el primer piso nos sorprende la colección de arte decorativo, donación del anticuario y coleccionista Don Manuel Ramos Andrade, formada por obras en pequeño formato de vidrio, pero especialmente por figurillas llamadas criselefantinas, obras típicas del art noveau europeo (realizas en talleres franceses o centroeuropeos) que dan forma a personajes tanto de la mitología como otros tipos femeninos fantasiosos, muy de moda en la época, hechas con una precisión y un preciosismo espectaculares. Estas figuras se elaboraban con varios materiales como el bronce, el esmalte y especialmente el marfil. La colección se completa con otro tipo de objetos de decoración y especialmente con muñecas antiguas, junto a las que pasamos rápidamente, porque estas niñas de porcelana, con sus rostros pretendidamente dulces e infantiles y sus ojos de azabache, siempre me han parecido algo terroríficas.

Cuando salimos, comienza a hacerse de noche y la ciudad se ilumina artificialmente para que podamos continuar paseando por ella.

http://www.museocasalis.org/nuevaweb/

 

miércoles, 20 de octubre de 2021

Museu do Côa (Vila Nova de Foz Côa, Portugal)

En 1994 el proyecto e inicio de las obras para la construcción de una presa en un lugar remoto del norte de Portugal dio a conocer al mundo una serie impresionante de grabados rupestres de época prehistórica. El gobierno portugués no quería parar las obras, la polémica abarcó a toda la comunidad internacional de especialistas en prehistoria; también los habitantes de la zona protestaron, convencidos de que la pérdida de los grabados seria irreparable. Al fin, tras unas elecciones, en 1996 el cambio de gobierno propició la paralización de las obras. En 1998 la UNESCO declaraba los grabados patrimonio de la humanidad. En el 2010 se inauguró el Museo del Côa en las cercanías de Vila Nova de Foz Côa como introducción y explicación al parque arqueológico que se había creado in situ.

Cuando llegamos al museo, nos recibe una gran pared de hormigón sobre una colina. El entorno no se deja ver. La entrada es una rampa que forma una grieta en el hormigón. Descendemos por ella hacia la oscuridad iluminada del interior del museo. Al comprar la entrada, una chica muy amable nos informan de las excursiones que se organizan para visitar los grabados prehistóricos in situ, en el parque arqueológico del Côa. Se realizan en 4x4, acompañados por un especialista. Nos apuntamos para uno de los grupos para el día siguiente. Cuando nos pide nuestros datos para reservarnos dos plazas, se da cuenta de que somos españoles y nos dice que la visita será en portugués, que si preferimos un grupo en inglés, pero le decimos que no hay problema, que preferimos que nos hablen portugués.

Pero hoy hemos venido al museo, que se define como un portal, o como se dice actualmente, como un centro de interpretación sobre los grabados del río Côa. Primero encontramos una sala donde se explica la historia de la lucha popular y científica por la conservación del patrimonio encontrado. En una gran foto, António Guterres, recién elegido primer ministro, saluda a la multitud. En otra sala se hace una introducción al arte prehistórico, en el que se conectan las obras artísticas de toda la Europa Occidental, desde Lascaux, pasando por Altamira, hasta llegar aquí, al río Côa. Cabe resaltar que este arte rupestre se ha relacionado o hermanado directamente con otros grabados al aire libre encontrados en Siega Verde, provincia de Salamanca.

Vemos reproducciones de algunos de los grabados más conocidos, complementados con una explicación sobre la fauna representada. Una de las características de estos grabados es que son acumulaciones de representaciones; es decir que sobre las mismas piedras se iban haciendo grabados, representando animales unos encima de otros, que es una característica que también presentan las pinturas en cuevas, y que aprovechan las formas y cortes de los paneles pétreos para dar forma a las cuerpos. Vistas a cierta distancia, las líneas crean una obra que más parece de arte abstracto. Pero, cuando uno se acerca, y dependiendo de la luz y de la atención que le prestemos, enseguida surgen los lomos de ciervos y las cabezas de los caballos más allá del embrollo de líneas. La natural simplicidad y el trazo sin errores nos permiten admirar un arte muy cercano a la naturaleza, moderno e intemporal, alejado por completo de los clichés del salvaje hombre prehistórico. En otra sala encontramos unos paneles interactivos, reconstrucciones de los hábitats de las personas que hicieron los grabados, etc.

Salimos del museo por el lado contrario al que hemos entrado, accedemos a unas terrazas sobre el edificio y nos encontramos con un paisaje extraordinario: a nuestros pies el río Duero pasa en calma entre colinas colmadas de viñedos, y un poco más allá se puede ver la desembocadura del río Côa en el Duero. El emplazamiento del museo es inmejorable. Efectivamente, es el portal ideal hacia las obras de arte rupestre que ahora forman el parque arqueológico que visitaremos felizmente mañana y que, durante unos años, estuvieron en peligro de desaparecer bajos las aguas de una presa.

https://arte-coa.pt/


miércoles, 1 de septiembre de 2021

Museo del Tratado (Tordesillas, Valladolid)

Frente al río Duero, en su camino hacia Portugal, en la localidad castellana de Tordesillas podemos encontrar las llamadas Casas del Tratado. Hacia tiempo que quería visitarlas porque desde siempre me ha parecido fascinante el Tratado de Tordesillas, y no porque —como habitualmente se dice y hemos estudiado— Castilla y Portugal se dividieran el mundo, sino porque dos reinos, dos países, se pusieron de acuerdo y pactaron unas reglas, por primera vez en la historia, para evitar futuros conflictos o disputas territoriales. ¿No es eso magnífico? Desgraciadamente, como los españoles nos explicamos tan mal nuestra historia a nosotros mismos, no somos capaces de ver las cosas a resaltar y de las que sentirnos orgullosos (que no son, precisamente, las de nuestro pasado colonial o conflictivo), y por tanto no sabemos reivindicar y valorar lo que, realmente, asombraría al mundo.

Las Casas del Tratado son, en realidad, dos palacios nobles, uno del siglo XV y otro del siglo XVII, que en 1994 fueron rehabilitados con el fin de rememorar o celebrar los 500 años de la firma del tratado de Tordesillas en 1494. Fue entonces cuando nació o se montó el actual Museo del Tratado.

Entramos bajo los blasones del palacio más antiguo y lo primero que nos encontramos es con unas vitrinas en las que se han reproducido las tres carabelas que llevó Colón en su primera expedición en busca de las Indias. Continuamos hacia las salas interiores de las Casas, que han sido acondicionadas como museo moderno e interactivo. Aquí se han colocado reproducciones tanto de mapas famosos anteriores a la era de los descubrimientos, como facsímiles de los elaborados con posterioridad al descubrimiento de América. También se han reproducido las páginas del tratado mismo, así como algunas naves de la época, blasones, etc. Ninguna de las obras son originales aquí, todo son reproducciones y no siempre de buena calidad. Aunque, eso sí, todo está conveniente explicado con unos grandes plafones. En realidad, las mismas Casas resultan históricamente irrelevantes, pues no es seguro que las embajadas plenipotenciarias de Portugal y Castillas se reunieran en ellas. Lo cierto es que muy cerca de aquí se encontraba el palacio real en el que estuvo muchos años recluida la reina Juana (llamada la loca) y tal vez fue ahí donde se reunieron. Tampoco eso es seguro. El caso es que lo único que queda actualmente de aquel palacio real forma parte hoy del Real Monasterio de Santa Clara, un monumento del Patrimonio Nacional famoso por su arquitectura mudéjar. 

Seguimos recorriendo las Casas, y junto a un patio, en una sala con una gran puerta que da al exterior, vemos una foto gigantes de los festejos que se organizaron en Tordesillas en 1994: los reyes Juan Carlos y Sofía junto a Mário Soares, presidente entonces de la República Portuguesa, y su esposa saludan al gentío reunido en las calles. En otro pequeño patio adjunto encontramos grandes maquetas de monumentos de Castillas y León como el Archivo de Simancas o alguna catedral.

Después, recorremos Tordesillas y nos alegra ver que en las calles estrechas de su casco viejo y en la misma plaza Mayor, lucen banderas de Castilla y escudos de Portugal colgados aquí y allá. Al menos los tordesillanos tienen muy presente que el famoso tratado puso su localidad en todos los libros de Historia.

http://www.tordesillas.net/-que-ver-/guia-de-museos/-/asset_publisher/U5fvla2vJBJH/content/museo-del-tratado-de-tordesillas/23202

Museu da Terra de Miranda (Mirando do Douro, Portugal)


Atravesamos el Duero por la carretera que pasa sobre la presa de Miranda. Ante nosotros el asfalto sube en curvas cerradas hacia Miranda do Douro. Pero enseguida llegamos a la ciudad. Abajo queda el río Duero, frontera natural entre España y Portugal, serpenteando entre los altos muros que forman aquí los llamados Arribes.

Hace un sol de justicia, caminamos por la calles en busca de algún lugar para refugiarnos. Lo encontramos rápidamente; el Museu da Terra de Miranda en la plaza Don Joao III llama nuestra atención.

Desde hace mucho esta esquina de Portugal ha despertado mi curiosidad: es la única parte del país luso que reafirma su personalidad diferenciada a través de una lengua propia: el mirandés. Enseguida me percato de que en las calles se ve algún que otro cartel bilingüe. Según parece, este idioma tiene un origen común con el asturleonés que en algún momento de la historia se hablaba desde las costas de Asturias hasta el Duero, por las tierras de Zamora, León y Salamanca. Por tanto, creo que un museo dedicado a la etnografía de esta región puede ayudarme a conocer un poco más esta realidad bilingüe actual.

El edificio parece el más antiguo de la plaza, es del siglo XVII, y conserva una arquitectura tradicional. En realidad se trata de dos edificios, uno con dos arcos y una balconada con columnas encima, y el otro más austero, muestra una inscripción y un escudo de Portugal sobre el dintel de una puerta. Todo me recuerda a la arquitectura tradicional gallega. Al parecer, había sido sede municipal y en algún momento también había servido de cárcel. Desde 1982 es la sede del Museu da Terra de Miranda.

Entramos por uno de los arcos y nos encontramos a dos señoras detrás de un mostrador. Pagamos la entrada y nos indican que podemos pasar a las salas. Una de las señora nos acompaña. Pienso primero que lo hace para guiarnos y para explicarnos algunas cosas, pero en realidad nos está vigilando, pues las piezas se exponen sin protección y el museo no dispone de videovigilancia. Las colecciones que componen el museo muestras el instrumental típico de los oficios de antaño: cacharos de cocina, telares de madera, herramientas del campo, cerámicas tradicionales, etc. En una de las salas, una gran cómoda nos llama la atención. La señora que nos acompañada a cierta distancia nos dice que se puede convertir en cama. Las cartelas en cada sala están en dos idiomas: mirandés y portugués, me fijo en lo escrito en mirandés, descubro el parecido con el poco asturiano que conozco. De repente, me llama la atención el inicio de una de las palabras con "ÇQ" y le pregunto a la señora-vigilante cómo se pronuncia. Ella se muestra algo sorprendida e incómoda con mi pregunta y me responde que no habla mirandés. 

En otras salas nos encontramos una exposición fotográfica temporal titulada "Máscaras ibéricas". Vemos en los carteles que está patrocinada por la Unión Europea, la República Portuguesa y por la Junta de Castilla y León. Efectivamente, aquí se muestran imágenes de fiestas populares en el que se usan las máscaras típicas del carnaval de diferentes parte del norte de la península. Recuerdo el entroido gallego y otras festividades ancestrales y precristianas donde las máscaras han contribuido a darles una personalidad artística propia.

Antes de salir del museo me fijo en si venden algún libro, tal vez en lengua mirandesa, pero tan solo tienen un aparador con unas pocas cosas de artesanía local. Espero y deseo que la cultura y la lengua mirandesa no haya quedado reducidas a lo que se muestra en este museo. 

https://www.visitportugal.com/es/NR/exeres/5B2AE1AF-CCEF-4C08-A809-819AE7DEB4C3

martes, 8 de junio de 2021

Museo Revoltella (Trieste, Italia)

La ciudad italiana de Trieste ha sido durante muchos siglos confluencia de naciones y fronteras. Comenzó el siglo XX siendo el gran puerto del Imperio Austrohúngaro; tras la 1ª Guerra Mundial pasó a formar parte del Reino de Italia; y tras la 2ª Guerra Mundial tuvo estatus de ciudad estado independiente, pues la antigua Yugoslavia (que había ocupado, al finalizar la guerra, toda la península de Istria) la reclamaba; hasta que, por fin, en 1954 volvió a ser territorio italiano (esta vez de la República Italiana). Desde la época en que lideraba económicamente la entrada de mercancías al Imperio Austrohúngaro hasta la actualidad, la ciudad ha sufrido una lentísima y silenciosa decadencia.

Pero Trieste es famosa, además, porque en ella han nacido o residido escritores de la talla de James Joyce o Italo Svevo. Pero, para mí, su mayor embajador ha sido y sigue siendo el magnífico Claudio Magris. Es por él, por la lectura de sus libros, que hemos venido a visitar esta ciudad en el extremo de Italia. 

Uno de los atractivos de Trieste es el Museo Revoltella, Galería de Arte Moderno. Situado en un céntrico edificio de fachada algo anodina, aunque clásica. Vemos en su frontispicio unas grandes letras con la frase "CIVICO MUSEO REVOLTELLA". Según parece el origen de las colecciones de arte que en él se encuentran está en el barón Pasquale Revoltella, un insigne triestino que hizo fortuna en el siglo XIX como comerciante, convirtiéndose en uno de los mayores defensores de la construcción del Canal de Suez. 

El actual Museo fue su residencia, buena parte de la cual se conserva aún intacta. Aunque al palacio original se le han añadido edificios colindantes a lo largo del siglo XX para ir dando forma a la actual institución. Así podemos pasear por estancias suntuosas, en las que vivió la familia del barón. En la antigua biblioteca, encontramos una pequeña exposición de ediciones antiguas del Quijote de Cervantes en diferentes idiomas. Tal vez el barón se sentía un Quijote moderno, pero lamentablemente ninguna cartela o indicación nos dice nada al respecto. 

Impresiona la gran escalera central que comunica las diversas plantas. En los pisos superiores se encuentra la colección de arte. Casi todas las obras son de autores italianos contemporáneos. Amplias salas, luz natural que entra a raudales por las ventanas. El recorrido es agradable. Al fin, desde la última planta podemos salir a la terraza que corona el edificio. Las vistas son espléndidas: a un lado el puerto que dio gloria desde antiguo a esta ciudad, al otro la montaña y la frontera con la moderna Eslovenia, hoy frontera interior de la Unión Europea, en otro tiempo telón de acero infranqueable. Abajo sigue la vida febril en las calles de Trieste.

https://museorevoltella.it/


sábado, 6 de marzo de 2021

Museo Louisiana de Arte Moderno (Humlebæk, Dinamarca)


Desde Copenhague es fácil llegar al Museo Louisiana: se encuentra al norte de la capital danesa, en la pequeña localidad de Humlebæk, en un enclave junto al mar. Se puede ir en autobús, en tren o en coche particular. Nosotros nos decidimos por el tren. En las taquillas de la estación central de Copenhague se pueden comprar pases que incluyen  el viaje en tren ida y vuelta y la entrada al Museo. Así lo hacemos nosotros. La mañana es típicamente nórdica, fría y gris, invernal, es un día ideal para visitar un museo. Desde el tren vamos viendo cómo nos alejamos de la ciudad y nos adentramos en un ambiente más rural, atravesando pequeñas poblaciones y campos de cultivo. El trayecto es corto. 

El Museo fue creado por el empresario y coleccionista de arte Knud W. Jensen en 1958. Desde un principio pensó en un espacio para dar a conocer a artistas daneses, pero enseguida tuvo la feliz idea de que tenía que ser dentro de espacio museístico o una institución que ofreciera el mejor arte contemporáneo del mundo para el publico danés.

Cuando nos bajamos, es fácil encontrar nuestro destino: solo tenemos que seguir la pequeña hilera que forma la gente que acaba de bajar junto a nosotros del tren y que, en su gran mayoría, también van al Museo. Enseguida llegamos a lo que parece el jardín de una casa particular. Es la entrada, las mismas personas que han bajado del tren, y con las que hemos recorrido las calles de Humlebæk casi en fila india, ahora formamos una cola frente a esta casa. Veo entonces que la exposición temporal que podremos ver es de la artistas japonesa de Yayoi Kusama. Entre los setos del jardín, unas enormes calabazas de cerámica lucen topos y colores llamativos, es el preámbulo a lo que veremos dentro. Tras acceder al interior, podemos comenzar a ver la exposición de Kusama. Pasamos de sorpresa en sorpresa por habituaciones repletas de espejos, de topos, de pósits en los que cada cual puede escribir lo que quiera. La imaginación de esta artistas octogenaria es desbordante y muy lúdica. 

A continuación nos dirigimos a otras salas interiores y a las galerías con grandes cristaleras para ver la exposición permanente. Desde aquí ya se puede ver el exterior, especialmente el mar gris y perlado típicamente invernal. La colección del Louisiana está formada por pintura y esculturas, la mayor parte de ellas piezas de gran importancia de los grandes artistas del siglo XX. Sobresale los Bacon, Picabia, Picasso en pintura, y en escultura sobrecoge la belleza de la sala dedicada a los caminantes de Giacometti, con una gran ventana por la que se ve un jardín exuberante como telón de fondo. En otra gran sala nos topamos con "El semicírculo" de Juan Muñoz, grupo escultórico formado por una serie de figuras en forma de sonrientes hombres orientales monocromáticos a tamaño natural, entre las que podemos pasearnos. 

Ya en la parte exterior, ajardinada en diferentes terrazas sobre el mar, podemos apreciar el desarrollo arquitectónico de todo el Museo: desde una casa tradicional se ramifican las diferentes galerías en una especie de brazos o laberinto acristalado. Afuera nos encontramos las esculturas de Jean Arp, Dubuffet y Richard Serra; o los gigantescos móviles de Calder, estos crean un dramático contraste con colores llamativos y movimiento en medio de la naturaleza pausada e invernal que nos rodea. A pesar del frío, el exterior nos atrae más que los espacios interiores, repletos de visitantes.

Había leído en algún artículo que este museo, por su situación, era el más bonito del mundo. No me atrevería a decir tanto, pero sí que es uno de los más bonitos en su sabia combinación de arte, arquitectura y naturaleza.

https://louisiana.dk/en/


sábado, 2 de enero de 2021

Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (Santander)

El Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC) se encuentra debajo de un mercado, en el centro mismo de Santander. Nos informan de ello en la oficina de turismo que se encuentra junto a la entrada principal del mercado, pues después de dar varias vueltas no encontramos la entrada al museo. Una señora muy amablemente nos señala el suelo: el museo está aquí debajo, nos dice, y la entrada está muy cerca, en la calle lateral del mercado. Hacia allí nos dirigimos. Efectivamente, unas gran escalinata interior nos hace descender hacia la institución museística. Así nos da la bienvenida esta institución al inframundo de la arqueología.

La península ibérica es un lugar rico en yacimientos arqueológicos de todo tipo, desde la prehistoria más antigua (como los de Atapuerca), pasando por los periodos paleolíticos y neolíticos, las primeras grandes culturas de la edad del bronce y el hierro, llegando a los íberos, los celtas, los fenicios y, por supuesto, los romanos, también la edad media y moderna e, incluso, si estiramos aún más la definición de arqueología podemos incluir la industrialización y su estudio material entre sus cometidos. La comunidad autónoma que hoy llamamos Cantabria, y que hasta hace no mucho era la provincia de Santander que se incluía en la región de Castilla La Vieja, es rica en casi todos esos periodos. Pero significativamente lleva el nombre del pueblo de la antigüedad que más resistió a la romanización: los cántabros.

En este museo encontramos numerosos testimonios materiales de aquel pueblo del que se se sabe más bien poco. Aquí vemos estelas circulares, grandes piedras con símbolos solares, una reproducción de su hábitat, con una choza, materiales de la vida cotidiana como calderos, etc. 

Sin embargo, actualmente lo más conocido de estas tierras cántabras son sus famosísimas cuevas prehistóricos con pinturas. En este museo se conservar algunas de las herramientas encontradas en ellas, como puntas de flecha o hachas de piedra, así como reproducciones de algunas pinturas de cuevas como las del monte El Castillo.

El museo también cuenta con exposiciones temporales. Nosotros nos encontramos una exposición sobre el arte rupestre al aire libre encontrado en el valle del río Côa en el norte de Portugal, ampliamente divulgadas por la situación inaudita que sufrieron cuando el gobierno portugués quiso construir una presa de agua que las hacía peligrar. En grandes paneles se pueden ver fotos, explicaciones y mapas. Para mi sorpresa, estos grabados se comparan con otros encontrados al otro lado de la Raya, especialmente en la provincia de Zamora, que son poco conocidos. La prehistoria también sirve para ejemplarizar la artificialidad de las fronteras políticas.

https://www.museosdecantabria.es/museo-de-prehistoria-y-arqueologia/visitar/situacion