Un viaje al rededor de los museos

Museos pequeños, museos con encanto, museos poco conocidos, museos y/o fundaciones de mis artistas o arquitectos favoritos, museos que he tenido el gusto de visitar y que, por diferentes razones, merecerían volver a ser visitados.

Todos los textos y fotos de este blog son autoría y propiedad de Agustín Calvo Galán. Si quieres citarlos o usar las fotos, puedes hacerlo; pero, por favor, indica la procedencia y la autoría. Gracias.

sábado, 16 de diciembre de 2023

Museo Arqueológico de Estambul (Turquía)


 







Solamente hace falta apartarse un poco de la riada de turistas que se dirigen hacia la entrada del palacio del sultán, el famoso Topkapi, para encontrarse con el magnífico edificio del Museo Arqueológico de Estambul. La primera sorpresa nos la encontramos en los jardines del museo: un rimero de grandes sarcófagos de época clásica, helenística y bizantina se distribuyen frente a la fachada, creando un bosque pétreo impresionante. Todos son magníficos y, seguramente, en otro país estarían dentro del museo y no fuera. Pero este museo tiene tantísimas obras excepcionales que, efectivamente, estos sarcófagos no tienen un lugar destacado en la historia o en la historia del arte y, por tanto, pueden quedarse a la intemperie.

Así es, este museo se encuentra junto al palacio de Topkapi porque su construcción fue promovida por los sultanes otomanos, a finales del siglo XIX, para dar cabida a la gran cantidad de colecciones arqueológicas que iban llegando desde todo aquel imperio a la capital en la gran época de los descubrimientos arqueológicos. Cabe decir que la actual Turquía es solo una parte de aquel basto imperio gobernado desde aquí, que cayó, como tantos otros, con la I Guerra Mundial. También, podríamos decir que, el tiempo trascurrido desde la creación de la moderna república (que trasladaría la capitalidad a otra ciudad turca), es solo una pequeña fracción en la historia de estos vastos territorios. Así que en el museo podremos encontrar algunos de los vestigios más significativos de las antiguas culturas que convivían o se fueron sucediendo o lucharon entre ellas en los espacios que dominó el Imperio Otomano, especialmente en Asia Menor y el Próximo Oriente. 

Al penetrar en el museo lo primero que nos encontramos es una lección pétrea y de calidad excepcional de la historia de la escultura griega: desde los arcaicos kuroi y korai vamos avanzando hacia el clasicismo más idealizando y, un poco más adelante, nos adentramos por el manierismo avant la letre de las obras de época helenística. Cada una de las estatuas aquí expuestas es de una importancia capital. Uno no puede dar un vistazo general y seguir hacia la siguiente sala, debe detenerse y admirar los detalles y dejarse llevar por una profunda impresión: deleitarse con algunos de los fundamentos del arte, y por extensión de la cultura occidental, que colocaron al ser humano como medida de todo.

Después de recorrer con admiración la gran colección de escultura griega antigua, todo lo demás podría parecer superfluo; pero debemos seguir adelante dispuestos a descubrir otras maravillas. Porque quedan más cosas excepcionales dentro del museo; las buscamos: el llamado sarcófago de Alejandro, con unos bajorrelieves fantásticos en los que se narran diferentes batallas de las campañas del macedonio en Asia; o las colecciones provenientes del yacimiento que, según Schliemann, había sido la antigua Troya (tema arqueológico cuya discusión dio para mucho en el pasado y que hoy parece olvidado u obviado en el apartado de los mitos). 

Seguimos nuestro recorrido y volvemos a maravillarnos ante los fragmentos aquí conservados de las puertas de Babilonia, con frisos de leones y grandes toros babilónicos, así como con la colección de objetos y bajorrelieves hititas, pertenecientes al enigmático pueblo que se enfrentó a los antiguo egipcios en una de las batallas más famosas de la antigüedad: Qadesh, de la que ambos bandos se consideraron vencedores, pero que acabó con el tratado del mismo nombre, nada más y nada menos que el primer tratado de paz conocido de la historia de la humanidad. Aquí es encuentran, precisamente unos pedazos de una gran tablilla que contenían la versión en lengua hitita (en escritura cuneiforme) del tratado.

Hay muchas más salas para colecciones de otras culturas anatolias, tracias, bizantinas, etc. Al fin, las plantas superiores, las colecciones de cerámica, tapicería, azulejos y arte otomano de diferentes épocas no despiertan tanto interés para nosotros.

Al salir a la soleada Estambul, entre los jardines que dan acceso del palacio de Topkapi, nos volvemos a topar con la riada de turistas que avanzan hacia la entrada del palacio. Ahora nosotros vamos en dirección contrario, de nuevo al encuentro de la ciudad milenaria, moderna, vetusta, ajada, febril, siempre nueva y antigua, puerta entre oriente y occidente, internacional y bicontinental y construida sobre capas infinitas, una ciudad eterna como Roma.

https://muze.gen.tr/muze-detay/arkeoloji


martes, 24 de octubre de 2023

Museo del Tapiz de Bayeux (Bayeux, Francia)


Desde mi época de estudiante de historia en la Universidad de Barcelona he querido ver el Tapiz de Bayeux, también conocido como Tapiz de la reina Matilde. Y, por fin nos encontramos en Normandía, concretamente en una ciudad pequeña y escondida, cuyo nombre resuena a través de los siglos gracias a una tela tejida con un pedacito de la Historia de Europa. Así, nos acercamos al antiguo seminario de Bayeux, desde 1983 convertido en centro Guillermo el Conquistador para exponer, precisamente, el famoso tapiz. 

Al entrar en el patio del gran edificio neoclásico que forma el museo, enseguida nos damos cuenta de que, poco a poco, van accediendo, al igual que nosotros, pequeños grupos de personas que enseguida formamos una colorida cola frente a las taquillas. Me percato entonces de que aquí vienen personas de toda Europa y de todo el mundo a ver este pequeño gran testimonio conservado, milagrosamente, del pasado: detrás de nosotros oigo como una pareja habla alemán, delante tenemos unos ingleses. Más adelante oigo también como una pareja de personas negras están comprando sus entradas, les preguntan su procedencia y contestan que de Curaçao -al parecer, en español se ha de llamar Corazao a esta pequeña isla neerlandesa junto a las costas de Venezuela, pero yo prefiero mantener la grafía en papiamento, que para algo es uno de los pocos creoles del español existentes en el mundo-. Cuando nos toca a nosotros tengo que decir un, tan poco exótico, d'Espagne.

Con nuestras entradas en la mano seguimos por un largo pasillo hacia la zona en la que se nos entrega la audioguía imprescindible. Nos preguntan en qué idioma la queremos, hay 16 disponibles: en espagnol s'il vous plait. A continuación accedemos a la sala, casi a oscuras, en la que se encuentra el tapiz iluminado detrás de un cristal. 70 metros de tela nos contemplan. Los visitantes, sus lenguas y colores de piel, desaparecen: en ese lugar solo existe esta tela alargada o apaisajada. Como todo el mundo va oyendo su audioguía, hay un silencio eclesiástico lleno de murmullos muy apropiado para un lugar que antes había sigo un seminario. El tapiz está bordado con las escenas, en un continuum sin cortes, de unos acontecimientos que sucedieron hace mil años: la conquista de Inglaterra por parte del duque de Normandía, Guillermo el Conquistador. Nos fijamos en la finura y la destreza simplificadora de las escenas bordadas, en las caritas de los diferentes personajes -parece que estamos ante un cómic más que ante un tapiz medieval-, especialmente los caballos están tan sorprendentemente bien perfilados, que su protagonismo es arrebatador: son imponentes.

Al fin, la batalla de Hastings. Entonces recuerdo las palabras con las que nuestra profesora de Historia Medieval, Blanca Garí, comenzó su lección el primer día de clase: 14 de octubre de 1066, las tropas normandas de Guillermo el Conquistador se preparan para la batalla más decisiva de su tiempo. Recuerdo sus clases con emoción y entusiasmo, gracias a ella estamos hoy frente a este tapiz historiado, en un museo dedicado exclusivamente a él. Constato también que ninguna fotografía, por buena que sea, se puede substituir por estar frente a la tela misma y ver la profundidad, las texturas, los hilos, las manchas del tiempo, su inquebrantable fragilidad: la pátina de lo siglos. 

Tras recorrer todo el tapiz subimos a un piso superior donde se ofrecen algunas informaciones sobre la época en que se creo, así como la intrahistoria de su larga existencia. Al parecer, hasta el siglo XVIII se exponía dos veces al año en la catedral de Bayeux. Durante la revolución francesa fue confiscado y escondido para evitar su destrucción. Después Napoleón pediría que se lo trajeran a su palacio de Paris a principios del siglo XIX, tal vez como propaganda para preparar una invasión de Inglaterra. Después fue devuelto a Bayeux y durante varias décadas se estuvo exponiendo una vez al año en el ayuntamiento de la ciudad. Pero ya a mediados del siglo XIX se expuso permanentemente en la sala llamada de la reina Matilde (esposa de Guillermo el Conquistador). Al comienzo de la II Guerra Mundial el ayuntamiento de Bayeux guardó el tapiz en un lugar seguro, pero en 1944, justo antes del comienzo de la batalla de Normandía, los alemanes lo reenviaron al museo del Louvre, tal vez con la intención de llevárselo a Alemania. Tras la liberación de Francia, el tapiz estuvo expuesto un una sala del Louvre antes de ser devuelto a Bayeux.

Al salir, el sol del verano nos deslumbra durante un instante en las calles empedradas de esta ciudad milenaria. La emoción de haber estado frente a algo extraordinario, sin embargo, perdurará indefinidamente en el tiempo. 

 https://www.bayeuxmuseum.com/la-tapisserie-de-bayeux/

viernes, 8 de septiembre de 2023

Museo de Historia de Hamburgo (Hamburgo, Alemania)

Salimos del famoso barrio de Sant Pauli como almas que lleva el diablo. Al parecer, hay partido de futbol en el estadio del equipo local y solo hemos visto multitudes, con las típicas camisetas negras de reminiscencia pirata, aquí convertidas en uniformes, de borrachos por las calles o en bares cutrísimos como hace tiempo que no se ven en España. Así nos alejamos del conocido barrio crápula de Hamburgo muy decepcionados, y nos adentramos en un gran parque, donde encontramos un reducto de paz y naturaleza y también el Museo de Historia de Hamburgo, un inmenso edificio de ladrillo rojo con grandes ventanales que, tal vez, nos permita reconciliarnos con esta vibrante ciudad de Alemania.

Junto a la entrada hay un grupo animado de jóvenes esperando, tal vez sean alumnos de algún instituto hamburgués. Decidimos adelantarnos y corremos a entrar. Tras un hall inmenso y mal iluminado, nos adentramos en unas grandes salas dedicadas a maquetas de barcos antiguos. Indudablemente, esta ciudad fue uno de los centros comerciales de la liga hanseática que dominó los mares del norte de Europa durante varios siglos. Aquí, las maquetas tiene un tamaño descomunal, es decir que no están dentro de botellas sino de grandes hornacinas de vidrio. A continuación subimos por unas grandes escaleras y llegamos a diferentes salas dedicadas a la historia de la ciudad, con aspectos como la moda, la música y el teatro, la reforma protestante, o la evolución de la comunidad judía. En varias salas nos topamos con los interiores de una casa de ricos comerciantes del siglo XVIII y XIX. 

De repente, tras pasar por estos espacios de mobiliarios, decoraciones, pinturas y elementos varios, llegamos a una sala ocupada con una maqueta descomunal de ferrocarril. Nos fijamos en los carteles, aunque están solo en alemán. y entendemos que a unas horas determinadas los pequeños trenes que pueblan este mundo diminuto se ponen en marcha. En diez minutos comienza una sesión, así que esperamos, entretenidos, recorriendo la maqueta, fijándonos en los detalles que la pueblan: trenes de todo tipo, antiguos y nuevo, estaciones completamente equipadas -con el nombre de algunas estaciones hamburguesas-, pequeñas figuras simulando personas en los andenes y también dentro de los vagones. Al fin, de repente entra en la sala un señor ataviada con una gorra de ferroviario, accede al interior de la maqueta por una puertecita y se sube a la sala de mandos, que se encuentra justamente en el centro de la sala, sobre las vías. Entonces los trenes encienden sus luces, los antiguos de vapor comienzan a echar un hilo de humo por sus chimeneas; el presunto ferroviario coge un micrófono y comienza a explicar algunas cosas que, por supuesto, no entendemos. Entonces entran algunos escolares de diferentes edades. Los trenes se ponen en marcha. Es cierto, aquí nos sentimos como unos niños, viendo absortos el pasar de los trenes, junto a los niños alemanes de hoy en día que miran con cierto desdén este reducto virtual pero no digital. Ellos tan solo le dedican unos instantes a esta maqueta, nosotros nos deleitamos y perdemos por unos instantes la noción del tiempo. 

Pero se está haciendo tarde y en unas horas tenemos coger el avión que nos devolverá a casa, así que nos alejamos de la gran maqueta llena de un Hamburgo diminuto. Bajamos por unas amplias escaleras, mientras dejamos atrás la voz monótona en alemán, los ruiditos de los trenes en marcha y los pitidos anunciando que sele un nuevo tren de la estación. En el piso inferior entramos en las salas dedicadas al siglo XX, aquí podemos ver en fotos, carteles, publicaciones, etc. como al ciudad de Hamburgo pasó del cielo al infierno, de ser el puerto más próspero de Alemania a convertirse en un campo de escombros tras los bombardeos aliados durante la II Guerra Mundial No se obvia, por supuesto, el periodo nazi: las manifestaciones de entusiasmo ciudadano junto a las cruces gamadas, etc. cosas que ya conocemos de sobra, así salimos del museo y volvemos al sol de las calles en esta mañana de despedida de Hamburgo. Este museo inabarcable nos ha entretenido y nos ha proporcionado una amplísima visión de una ciudad que ha vuelto a ser puerta de Alemania al mundo.

https://www.shmh.de/museum-fuer-hamburgische-geschichte/

sábado, 5 de agosto de 2023

Museo del Ara Pacis (Roma, Italia)

 

Roma es la ciudad eterna, y es también la ciudad inabarcable. Capital de la Italia moderna y, sin embargo, ya lo dijo Montaigne en sus Ensayos, un francés o un español nunca se sentirán extranjeros en Roma por ser la cuna de los países latinos; a lo que yo añadiría, humildemente, que en ella no solo los pueblos de habla romance sino toda la civilización occidental tiene su origen y su punto de referencia. 
Miles de años de historia se van acumulando, capas sobre capas, para formar la ciudad actual. Son tantos los acontecimientos, tantos los monumentos y obras artísticas, que necesitaríamos toda una vida para recorrerla. No obstante, el visitante ocasional, puede hacer un recorrido parcial, poniendo el énfasis en lo que más le interese. Así, si nos centramos en la Roma arqueológica y, más concretamente, en el surgimiento del imperio romano y su consolidación a través de la llamada Pax Romana, debemos visitar ineludiblemente el Museo del Ara Pacis.
El Ara Pacis Augustae fue construido entre los años 13 y 9 a.C. como una forma de conmemorar las victorias del primer emperador de Roma, Augusto, en Hispania y Galia, que supusieron la consolidación del poder romano en todo el Mediterráneo occidental. Con ello, el gran éxito propagandístico de Augusto fue aquí celebrar y divinizar a la paz y no a la guerra. El templo, con el paso de los siglos, fue reducido a escombros y parte de sus piedras se reutilizaron para levantar otras edificaciones. No sería hasta principios del siglo XX cuando se redescubriera y comenzara su reconstrucción, que tuvo su momento álgido gracias a los esfuerzos, en sus intentos de asimilación, de Mussolini por recuperar monumentos romanos.
El templo vivió un segundo renacimiento cuando en 1995 fue incluido dentro de un edificio más amplio, obra del norteamericano Richard Meier, para su mejor preservación: el Museo del Ara Pacis, junto al Tíber.
El museo está diseñado para hacer resaltar el altar, pues se trata de una especie de galería alargada cuyas fachadas son casi totalmente acristaladas, lo que permite que la luz natural lo invada todo. El templo atrae enseguida nuestras miradas por su blancura impoluta. Realizado en mármol de Carrara, tiene una sencillez estructural sorprendente: un rectángulo elevado de dimensiones relativamente pequeñas, con una entrada y una salida. Lo que realmente resalta y llama enseguida nuestra atención es la decoración interior y exterior. Visualmente divididos en frisos, la finura tanto de los bajorrelieves florales como la representación de personas (Augusto y su familia) es de una gran perfección: belleza y naturalismo se dan aquí la mano. Nos encontramos ante un gran monumento de la antigüedad pero, en contraste con otros, no por su tamaño, sino por los detalles y la calidad de la decoración. 
Al salir, nos fijamos en los muros laterales que forman la base del edificio del museo: una parte está recubierta por textos latinos, las letras labradas en la piedra nos permiten admirar su bella simplicidad práctica, y nos recuerda la permanencia y actualmente el triunfo de la cultura romana en el mundo a través de la expansión casi universal del alfabeto latino.


lunes, 3 de julio de 2023

Museo Cerralbo (Madrid)











Atravieso la remodelada plaza de España de Madrid en dirección al cercano Museo Cerralbo. Reflexiono sobre la ciudad, porque toda gran ciudad está siempre renovándose, cambiando, reinventándose; en cambio me dirijo a un lugar petrificado en el tiempo.

Por fuera, el edificio que contiene el Museo Cerralbo no parece diferente al resto de edificaciones del entorno. Pero, en cuanto traspaso su gran puerta en la fachada, me encuentro en el interior de una casa singular. No podía ser de otra manera, pues aquí se conserva, digamos, intacto una parte del Madrid de finales del siglo XIX, esa época tan convulsa y determinante para la historia contemporánea de España. Este lugar fue la residencia de una familia aristocrática: los marqueses de Cerralbo. Más concretamente, aquí vivió el XVII marqués de Cerralbo, Enrique de Aguilera y Gamboa (1875-1922), político carlista, Grande de España, historiador, promotor de las artes y las excavaciones arqueológicas, quien donó al estado, a su muerte, el edificio y las obras que en él se encuentran para que su patrimonio y memoria fueran preservados de la mejor manera posible.

Lo primero que resalta es la gran escalera que permite a los visitantes moverse entre los tres niveles de la casa. Mientras subo las escaleras, me percato de que dos hombres rubios, de cierta edad, asciende tras de mí. Los oigo hablar y deduzco que son neerlandeses. Curiosamente, me fijo en uno de los grandes cuadros de batallas navales que cuelgan en el hueco de la escalera; tiene una inscripción en grandes letras, donde pone, para mi sorpresa: derrota de la armada holandesa por el conde de Alcudia. Llego al final de la escalera, en la parte más alta, pero me quedo cerca, disimulando, para ver la reacción de los dos visitantes que me siguen, me ha parecido entender que uno de ellos hablaba español. Efectivamente, cuando llegan a la altura del cuadro, ambos se quedan mirando la pintura, entonces oigo como leen: derrota de la armada holandesa, y repiten varias veces en voz alta la palabra "derrota" como si no comprendieran muy bien su significado, intentando pronunciar correctamente la erre doble española. He de continuar el recorrido, pero no puedo evitar echarle un último vistazo a los holandeses: están petrificado en medio de la escalera.

Recorro la primera planta, impresiona y me agobia tanta decoración. Aquí todo se acumula en una especie de horror vacui muy de la época; o tal vez sería mejor hablar de abigarramiento o de pastiche atemporal, pues lo neoclásico se une a lo barroco en un continuo sin transición. Joyas, libros, muebles, portadas de periódicos enmarcadas, árboles genealógicos, vitrinas llenas de objetos inclasificables, esculturas, armas de fuego de varios tipos y pinturas, salas de lectura, despacho, biblioteca, habitaciones, maderas nobles, lavabo escondido, galería y la famosa sala de baila por la que "el todo Madrid" pasó y disfrutó entre espejos, lámparas de araña, mármoles y dorados. Al parecer, aquí sonaban valses y polcas mientras la armada española era derrotada y humillada en Cuba y Filipinas.

Sin embargo, me tengo que sobreponer al cúmulo de decoraciones y apreciar algunas de las joyas de la colección de pintura que cuelgan de las paredes, como una Inmaculada de Zurbarán o un San Francisco de el Greco. Sin duda, una parte del conservadurismo del marqués de Cerralbo le llevó a convertirse en amante de la historia y en coleccionista de arte. Nos queda ese legado para imaginarnos una época de luces y pérdidas. 

Acabo mi recorrido y retorno a las calles del Madrid de hoy. Una lluvia fina se ha abalanzado sobre la ciudad. Muy cerca, tras la transparencia acuosa, veo los colores cálidos del colosal Palacio Real. 

https://www.culturaydeporte.gob.es/mcerralbo/home.html

http://www.fundacionmuseocerralbo.es/

jueves, 1 de junio de 2023

Museo Monumento Sant Nikolai (Hamburgo, Alemania)

 

En la silueta de Hamburgo sobresalen muchas agujas o torres, desde la civil del ayuntamiento, pasando por los campanarios de varias iglesias en el centro de la ciudad. Hoy esta capital portuaria muestra un esplendor urbano que mezcla perfectamente canales y calles, clasicismo y modernidad, puentes y grúas portuarias, justo en la desembocadura del río Elba, en una mezcla de épocas y estilos arquitectónicos que culminan o se resumen con el nuevo y espectacular edificio de la Elbphilarmonie, orgullo de Hamburgo y de toda Alemania. 
Sin embargo, en medio de la trama urbana sobresale un campanario: el de una iglesia en ruinas. Se trata de la torre de Sant Nikolai. Al igual que pasa en Berlín con la iglesia Memorial del Káíser Guillermo, este edificio no se reconstruyó al acabar la II Guerra Mundial para que se convierta el recuerdo imborrable de los momentos más terribles de la historia de Alemania.
En el siglo XII se construyó una pequeña capilla a San Nicolás cerca del puerto de Hamburgo, patrón de marinero y viajeros. Durante el transcurso de los siglos la iglesia se fue agrandando, hasta que en el siglo XIX, tras un pavoroso incendio, fue reconstruida según la moda neogótica que provenía de Inglaterra. Durante los bombardeos aliados que sufrió Hamburgo en 1943 la iglesia quedó severamente dañada. Las ruinas actuales son el fruto de aquellos momentos de horror, y se han convertido en testimonio físico de ello y también documental, pues en su cripta (la única parte que quedó intacta tras la guerra) se ha creado un museo a tal fin. 
Nos acercamos a las ruinas de la iglesia. Para nuestra sorpresa, descubrimos que el campanario se ha restaurando y se ha instalado un moderno ascensor para subir a la parte más alta de la aguja: el carrillón. Al comprar la entrada para subir en el ascensor nos informan de que también nos servirá para bajar al museo. Es decir que por unos módicos 5 euros tenemos acceso al mirador de la torre y al museo conmemorativo.
Subimos primero en el moderno ascensor acristalado, que asciende por la esbelta y viaje torre gótica, hasta la parte más alta, desde donde podemos admirar, en 360 grados, unas vistas espectaculares de todo Hamburgo junto a otros visitantes. A continuación, tras bajar al nivel de la calle, descendemos por unas escaleras hacia la entrada del museo. De repente, nos encontramos en medio de un silencio monacal, aquí somos los únicos visitantes. Las luces atenuadas nos encaminan hacia las diferentes salas. Primero se nos explica la historia de la iglesia misma, a continuación accedemos a una sala dedicada a la ciudad de Hamburgo durante los años del nazismo previos a la guerra. Aquí vemos diferentes fotos y carteles de la época: la interferencia del nazismo en todos los ámbitos de la vida alemana está aquí muy presente, tanto a través de la propaganda, como por el comienzo de las leyes raciales y las deportaciones. En las siguientes salas ya se hace referencia a Hamburgo durante la guerra, y especialmente podemos observar fotos sobre el resultado de los bombardeos aliados sobre la ciudad. La destrucción prácticamente total del centro sobrecoge. Únicamente se respetó el edificio del ayuntamiento puesto que su torre servía de guía a los pilotos de los bombarderos. 
Al salir de nuevo a la luz del día, seguimos  paseando por las animadas calles de Hamburgo, aunque de vez en cuando nos topamos con pequeñas placas metálicas incrustadas en las aceras, en ellas se han inscrito los nombres de las personas deportadas (o asesinadas allí mismo) que vivía en aquellos edificios antes de la guerra. Es admirable el esfuerzo de la Alemania moderna por no olvidar cómo las alucinaciones, la política y los horrores de los nazis (junto a la enajenación de todo la población alemana) fueron la causa directa de la destrucción material y moral de su propio país y de casi toda Europa.  

lunes, 27 de marzo de 2023

Museo Nacional Escocés (Edimburgo, Reino Unido)

Llueve en Edimburgo, nada extraño obviamente, así que no apetece demasiado pasearse por el centro histórico, aunque la piedra negra de los edificios brille solemne bajo el manto acuoso, dándoles un aire más irreal, menos rotundo a esta capital de Escocia. Por lo que es un buen día para visitar el Museo Nacional Escocés, que está en el centro de la ciudad y, por añadidura, la entrada en gratuita. No siempre el hecho de que un museo o una actividad sean gratuitos implica un recorrido placentero, más bien a veces ocurre lo contrario y un lugar acogedor a priori, como una institución museística, puede convertirse en un espacio para multitudes o, peor aún, para hordas sin concierto, lo que perjudica seriamente cualquier intento de visita. Con ese temor nos dirigimos hacia el museo.

La idea de Museo Nacional se me antoja, en el mundo anglosajón, una miscelánea cultural o amalgama transfronteriza que todo lo puede abarcar, desde la antigüedad hasta la actualidad, desde todas las formas de arte hasta las investigaciones científicas, a imagen y semejanza del Museo Británico. Aunque en Escocia no encontramos las grandes obras de la antigüedad que los británicos reunieron (por no decir robaron) en Londres de Egipto, Grecia, Roma u otros lugares, colonizados o no por ellos, sino más bien un recorrido más contenido, lo cual no es malo, por la ciencias naturales y la historia.

Lo primero que impresiona en el interior del museo escocés es el propio edificio y, en especial, la gran galería central, su joya de la corona, de metal y vidrio, con tres pisos de altura, que centralizada y guía cualquier visita. El hierro fundido y el techo de cristal dan un aspecto magnífico a este tipo de gallerías que nos retrotraen al siglo XIX, o a la época victoriana en la que la ciencia y la técnica se pusieron al servicio de un progreso que, por aquel entonces, parecía infinito. Nosotros nos quedamos maravillados ante el amplísimo espacio de la galería y, aunque hoy es un día gris y entra poca luz por los lucernarios del techo, nos imaginamos cómo será de impresionante esta gran sala en los días soleados. 

Desde la gran galería central vamos accediendo a los diferentes niveles y espacios. Hoy las familias con niños lo invaden todo y es que este museo tiene mucho de interactivo o lúdico. Me recuerda al antiguo museo de la ciencia de Barcelona. Los niños se arremolinan frente a paneles con juegos que, en realidad, esconcen pequeños trucos o explicaciones sobre algún aspecto científico a aprender. Aquí el tocar se hace perentorio y los niños disfrutan de lo lindo. Nosotros pasamos con cierto desdén entre el griterío de los críos, el aburrimiento de los padres y los plafones con fotos, los materiales didácticos, etc.

A continuación, atravesamos otras salas dedicadas a la historia de Escocia: esculturas, documentos, armas, muebles, vestimentas antiguas, joyas. armaduras, oficios de un país que, podríamos decir, ya no existe. Pero nuestros pasos nos devuelven a las salas de historia natural, pues aún tenemos que ver al animal fantástico más famoso de Escocia y que no es el monstruo del lago Ness (en el que en este museo serio no hay ninguna referencia, por supuesto). Porque lo cierto es que, además de la gran galería, aquí encontraremos la otra "joya" del museo, que atrae todas las atenciones, también la nuestra: la oveja Dolly. Cuando nos encontramos frente a ella, naturalmente disecada para la eternidad y colocada en el interior de una vitrina, nos sentimos algo defraudados, pero es que en el fondo se trata de una oveja como cualquier otra, igual de vulgar como las que hemos ido viendo durante nuestro recorrido por las Tierras Altas, puesto que su única diferencia, o en este caso el morbo, es saber cómo fue "concebida". 

Acabamos nuestro recorrido y volvemos a las calles mojadas de Edimburgo. Parece que, por fin, ha dejado de llover, pero lo mejor será refugiarnos en un pub, como aquí hacen los indígenas.

https://www.nms.ac.uk/national-museum-of-scotland/


miércoles, 1 de marzo de 2023

Museo Runde Ecke (Leipzig, Alemania)



Es lunes en Leipzig: la iglesia de Santo Tomás está abierta pero no el Museo de Bach. Es decir, podemos entrar en el templo en cuyo interior, finalmente, fueron depositados los restos del famosísimo compositor, que falleció en esta ciudad, pero no en su museo. No importa, Leipzig tiene muchas más cosas que ofrecer, además de Bach o de un centro histórico cuidado y lleno de vida. Así, damos un largo paseo hasta un edificio de aciago recuerdo para los ciudadanos de la extinta RDA. En el llamado Runde Ecke estuvo situada la delegación del Ministerio para la Seguridad del Estado en esta capital sajona o, en otras palabras, era el lugar en el que se encontraba la temida policía política del país, llamada Stasi. Por suerte para nosotros, abre también lo lunes. 
Como aquellos años de censura y opresión pasaron y cayó el muró que dividía las dos alemanias y despareció la policía política, hoy este espacio es un museo y también el centro memorial creado por un comité ciudadano para preservar este lugar, así como los archivos que en él se hallaban. Como su nombre en alemán indica, se trata de un edificio que forma una esquina semicircular, construido a principios del siglo XX como oficinas para una gran empresa de seguros.
Entramos y subimos las escaleras que conducen al primer piso, donde se encuentra la exposición permanente, que tiene el título genérico de "Stasi, poder y banalidad". Sin embargo, parece que hemos entrado en un edificio de la administración más que en un museo. No hay nadie en los mostradores del primer piso y todo está en alemán y solo en alemán. Hay dos puertas, una entendemos que da acceso a los archivos ciudadanos, la otra a la exposición. Nos adentramos por esta última y seguimos teniendo la impresión de estar en un edificio de una administración, pero no actual sino detenida en los años 70 del pasado siglo. Aquí descubrimos que no somos los únicos visitantes, hay bastantes personas, todas en un silencio religiosa, visitando estas vetustas instalaciones. Parece incluso que nadie ha pasado quitando el polvo desde que cayó el muro, y un marrón grisáceo, el tiempo acumulado en pequeñas partículas que se han ido depositando con indiferencia, lo cubre todo. 
No importa que no podamos entender los carteles: nos encontramos ante un pasado que conocemos por películas como "Good bye Lenin" o "La vida de los otros" o la más antigua "Cortina rasgada". Recorremos una sucesión de salas llenas de, por ejemplo, maquinas para espiar a aquellos sufridos ciudadanos, como una que abría y cerraba las cartas subrepticiamente, o para escuchar las conversaciones telefónicas, también habitaciones como carteles y demás parafernalia para la propaganda del estado, fotos de los dirigentes comunistas, archivadores gigantes, documentos de identidad, etc. así como las austeras habitaciones con camastros para los detenidos que estaban siendo interrogados. 
Finalmente, algunas salas recuerdan que fue precisamente en Leipzig donde se inició la revolución pacífica de 1989 que cambiaría el mapa de Alemania y de Europa para siempre. Algunas fotos de esas manifestaciones muestran la entrada a este mismo edificio Runde Ecke con una pancarta sostenida por dos personas. Según parece la noche del 4 al 5 de diciembre de 1989 los habitantes de Leipzig ocuparon este edificio pacíficamente. Al día siguiente, esos mismos ciudadanos, formaron el comité para preservar la memoria y los archivos de los años grises de la RDA. Me congratulo de que aquellas personas fueran conscientes de que un estado totalitario en descomposición corre a destruir las huellas de sus atrocidades.
Al salir a la calle, volvemos a la ciudad de hoy, soleada y colorida, llena de presente y de futuro y nos alegramos de poder pasear libremente por ella como lo hizo Bach en su época, sin ser visitantes indeseados o sospechosos de nada, como hubiera ocurrido y sigue ocurriendo en cualquier régimen autoritario.

lunes, 2 de enero de 2023

Museo de la Bauhaus (Dessau, Alemania)


En la localidad alemana de Dessau podemos encontrar el Museo de la Bauhaus. Se trata de un edificio nuevo, inaugurado en el 2019, que recoge a manera de archivo actualizado la experiencia arquitectónica y artística del movimiento renovador que fundara el arquitecto Walter Gropius en Weimar en 1919 (por tanto, este museo formó parte de la conmemoración del centenario de dicha fundación). Muchas son las ciudades relacionadas con esta escuela arquitectónica, desde Berlín a Chicago, pasando por Tel Aviv. Sin embargo, en 1925 Gropius firmó uno de sus proyecto más conocidos precisamente en Dessau, la Escuela de la Bauhaus, un edificio paradigmático e icónico para la historia de la arquitectura moderna. 

Mientras nos vamos acercando a Dessau, busco en el mapa la localización del Museo pensando, confieso mi confusión, que se encuentra en el mismo edificio de la Escuela diseñada por Gropius. Pero no, al llegar, enseguida nos damos cuenta de que estamos ante otro edificio, de nueva factura, en el centro mismo de Dessau, en el extremo de un parque. La escuela (declarada patrimonio mundial por la UNESCO), a la que iremos después, se encuentra en otra parte de la ciudad. Así nos encontramos con un inmenso cubo de cristal oscuro que conecta la zona ajardinada con la urbana. Entramos por una puerta abierta y accedemos a un inmenso vestíbulo casi vacío, parece que estamos en una nave industrial más que en un museo, el suelo gris de hormigón, sillas de diseño con mesitas en los extremos, una pequeña librería y el mostrador con información. Cuando nos acercamos, interesados por el coste de la entrada, enseguida nos preguntan en qué idioma queremos el folleto informativo. Sí, lo tienen en español. Entonces nos entregan una cartilla plegada con un plano y textos sobre el museo. Es así como descubrimos que este edificio es un proyecto de un estudio de arquitectura de Barcelona, Addenda Architects. 

La colección se encuentra en el piso superior, al que accedemos por una escaleras. Se trata de un interior oscuro (para la correcta conservación de los objetos originales, se nos indica en el folleto) o caja negra: aquí no hay ventanas ni vistas al exterior ni luz natural. Lo primero que encontramos es la reproducción de las icónicas figuras que Oskar Schlemmer diseñó para el ballet "triádico", y es que el movimiento de la Bauhaus no fue solamente arquitectónico, sino que pretendía abarcar todas las artes, en un continúo creativo sin fronteras, incluida la danza. Nos adentramos a continuación en la gran sala donde se encuentra una parte de los 49.000 objetos que se han reunido en este museo. En unos grandes expositores de madera, sencillos y funcionales, podemos ver los objetos originales, planos, proyectos, dibujos, fotografías, maquetas, muebles, etc. No hay un cristal ni nada que parezca impedir que podamos tocarlos, pero enseguida descubrimos que un dispositivo sonoro, es decir: un pitido irritante, se pone en funcionamiento si te acercas mucho a algún expositor. Es así como, de vez en cuando, más cerca o más lejos, oímos el pitido, pues siempre hay algún visitante peligrosamente cerca de un objeto. Si para nosotros este sonido repentino que se repite es algo enervante, no quiero ni imaginar para los sufridos vigilantes del museo. No obstante, algunas cosas sí las podemos tocar, especialmente ciertos muebles, colocado fuera de los expositores, incluso nos podemos sentar en las famosas sillas Barcelona que Mies Van de Rohe diseñó para el pabellón alemán de la Exposición Universal del 1929. 

Al fin, el museo quiere ser no solo un lugar de exposición y conmemoración de aquel movimiento arquitectónico que tanto renovó o influyó especialmente en el diseño de muebles y en la forma de concebir los edificios, sino un lugar de investigación y trabajo. El campo es muy amplio porque la Bauhaus produjo una infinidad de ideas que marcaron la modernidad y la funcionalidad, por lo que podríamos decir que es un movimiento sigue vigente.

Antes de salir, pregunto en información cómo llegar al edificio histórico de la Escuela diseñado por Gropius.

 https://www.bauhaus-dessau.de/en/bauhaus-museum-dessau.html