Un viaje al rededor de los museos

Museos pequeños, museos con encanto, museos poco conocidos, museos y/o fundaciones de mis artistas o arquitectos favoritos, museos que he tenido el gusto de visitar y que, por diferentes razones, merecerían volver a ser visitados.

Todos los textos y fotos de este blog son autoría y propiedad de Agustín Calvo Galán. Si quieres citarlos o usar las fotos, puedes hacerlo; pero, por favor, indica la procedencia y la autoría. Gracias.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Museo de Altamira (Santillana del Mar, Cantabria)


Tras visitar las cuevas del monte Castillo en Puente Viesgo  nos dirigimos a Santillana del Mar para visitar la cueva de Altamira. Bueno, la cueva en sí no, porque desde hace varias décadas es muy difícil poder entrar en ella; al parecer hay lista de espera de años, pues para su conservación se ha limitado mucho el número de visitantes. Lo que sí se puede visitar es el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, inaugurado en el 2001, en el que se ha hecho una reproducción, llamada neocueva, de la sala de los polícromos. Cuando llegamos, nos informan de las limitaciones debido a la covid'19: además de las limitaciones de aforo, las visitas al museo y a la neocueva han de ser con cita previa, así que nos dan unas entradas para dentro de dos horas. No está mal teniendo en cuenta que no habíamos reservado con anticipación. Aprovechamos el tiempo que falta para visitar la turistizada y pétrea Santillana del Mar. 
Volvemos a Altarmira antes de la hora indicada. El museo se encuentra muy cerca de la entrada a la cueva y se puede dar un paseo por las laderas ajardinadas. Nos acercamos así al acceso original: solo se ve una reja y una puerta detrás. Los visitantes lo vemos desde lejos, tras unas vallas; a mí me recuerda al iconostasio de las iglesias ortodoxas, adentro, a la parte sagrada, solo pueden acceder los iniciados. Muy cerca hay un monumento dedicado a los descubridores de las pinturas: Marcelino Sanz de Sautuola y especialmente su hija María, que siendo una niña fue quien se percató de la existencia de las pinturas por primera vez en época moderna, y dejó para la historia la frase: "mira papá, bueyes". 
Volvemos a la entrada del museo, obra ¿cómo no? de Juan Navarro Baldeweg, que arquitectónicamente no sobresale por nada en especial: es bastante grande pero se distribuye siguiendo la ladera de una colina en varios edificios a la manera de terrazas. En el interior del museo se puede hacer un recorrido muy didáctico por el estudio de la prehistoria: la formación geológica de las cuevas del norte de España, su conexión con otras grutas francesas, el hábitat prehistórico, las técnicas de pintura de los habitantes antiguos, etc. Hay toda una sala dedicada a Sanz de Sautuola y su hija. Se ha reproducido el despacho de don Marcelino. Me fijo en un ejemplar del opúsculo "Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander", cuya publicación en 1880 desencadenó un escándalo considerable y la negación, por parte de los darwinistas españoles y de alguna eminencia francesa en la materia, de que las pinturas de Altamira fuera realmente antiguas. 
Mientras esperamos para ver la neocueva, porque para esto también tenemos una hora asignada, vemos entrar a un grupo de personas junto a un cura joven. Va vestido de negro con alzacuellos, a la manera tradicional. Hacia mucho que no veíamos un cura vestido de esa manera, ahora se camuflan todos vistiéndose como seglares. Descansamos un rato junto a la gran puerta corrediza que una guía del museo abre para ir dejando entrar a los visitantes en esta parte del museo. Accedemos por fin con gran expectación. Pero la decepción llega enseguida, tras descender por una pasarlas en zigzag y acceder a la reproducción de la sala de los polícromos. Efectivamente, ahí están los búfalos reproducidos en el techo, pero no solo no tenemos la sensación de estar en ninguna cueva, sino que la copia de las pinturas ni siquiera nos parece buena, son pinturas sobre yeso o algún material parecido y la textura les da una apariencia de inacabadas. No soy experto en la materia, pero me atrevo a decir esto después de ver otros pinturas prehistóricas en cuevas de Francia y España y, sobre todo, tras contemplar reproducciones fotográficas de calidad en diferentes libros sobre Altamira.
Resulta evidente que los antiguos tenían maestría, y que los reproductores modernos han carecido de ella. Esta neocueva resulta ser un triste sucedáneo para todos los que nunca podremos ver el techo original de la sala de los polícromos. Salimos del museo recordando las pequeñas pinturas que habíamos visto en las cuevas del monte Castillo, apreciamos ahora más su delicadeza natural y evanescente, y su rotundo realismo.

http://www.culturaydeporte.gob.es/mnaltamira/home.html