Un viaje al rededor de los museos

Museos pequeños, museos con encanto, museos poco conocidos, museos y/o fundaciones de mis artistas o arquitectos favoritos, museos que he tenido el gusto de visitar y que, por diferentes razones, merecerían volver a ser visitados.

Todos los textos y fotos de este blog son autoría y propiedad de Agustín Calvo Galán. Si quieres citarlos o usar las fotos, puedes hacerlo; pero, por favor, indica la procedencia y la autoría. Gracias.

jueves, 15 de septiembre de 2022

Museo de la RDA (Berlín, Alemania)


La extinta República Democrática de Alemania (democrática, en este nombre es un puro eufemismo, pues al igual que en otras repúblicas de régimen autoritario, la democracia directa y votada brillaba o brilla por su ausencia) es carne de museo actualmente. En la capital alemana existe uno dedicado a aquel país, creado tras el telón de acero que un día dividió Europa y que ha marcado las mentes, los recuerdos y hasta las nostalgias de varias generaciones de alemanes y europeos. 
En mi infancia y juventud los deportistas de la Alemania democrática ganaban carretillas de medallas en olimpiadas y campeonatos del mundo. Después, la mayor parte de ellos morirían jóvenes, destruidos por los anabolizantes y otras sustancias nocivas que les hacían tomar para conseguir aquellos triunfos a mayor gloria del país comunista. También era famoso el muro que dividía la ciudad de Berlín, construido por las autoridades de la RDA para que sus ciudadanos no huyeran a la Alemania occidental. Más allá de aquellas gestas deportivas y de la gente que quería saltar el muro, poco se sabía de lo que pasaba en un país bajo la órbita de la Unión Soviética; hasta que un buen día del 1989 todo saltó por los aires y los alemanes orientales derribaron el muro.
Así, hoy existe un museo dedicado a la  RDA muy cerca de la famosa isla de los museos, en la capital alemana. La entrada al DDR Museum, como se llama en alemán, tiene un aspecto muy moderno; junto a uno de los canales del Spree, parece más una tienda de moda juvenil y, sin embargo, el diseño retro hace aquí referencia realmente a otra época. El museo tiene un carácter eminentemente lúdico y educativo, y interactivo por completo. Justo al entrar nos encontramos a un grupo de adolescentes alemanes que se suben a un "trabi", el coche de la marca Trabant, tan emblemático de la RDA, cuyos ciudadanos esperaban largos años para conseguir uno. 
Las salas van desgranando las diferentes facetas sociales, estéticas y políticas de aquel país, todo convenientemente metido en cubículos y cajones que uno debe ir abriendo y cerrando. Al rededor se distribuyen estancias donde se ha reproducido el interior de la casa típica de la RDA, por ejemplo. El papel pintado de las paredes y los muebles me recuerdan a los que había en casa de mis padres durante los años 70. En el centro, en una sala abierta, encontramos un despacho oficial, de algún ministro o alto funcionario, con los retratos de Marx y Lenin en la pared, teléfonos y demás decoración muy de los años sesenta o setenta. Te puedes sentar y hacerte una foto simpática. 
No obstante, no se obvian los aspectos más oscuros de aquel régimen: el control social, la famosa policía política o Stasi, las escuchas telefónicas generalizadas, salas de interrogatorios, la construcción del muro y de torres de control, desde las que se disparaba a las personas que se atrevieran a saltarlo, etc. En un pequeño despacho se reproduce una sala ideada para espiar las conversaciones telefónicas. Me siento y me hago una foto frente al retrato Honecker. 
Alemania, como cualquier otro país de Europa, está repleto de Historia. La existencia de la RDA es un episodio más, igual no el más oscuro, pero si un capítulo gris y amargo, lleno de contradicciones y eufemismos, no tan lejano y, por lo tanto, que pervive en la memoria de muchos, y actualmente aún en las complejidades y retos de la reunificación. El museo cumple muy bien su propósito de recordarnos cómo eran aquel país y aquellos años del telón de acero, y que las generaciones de jóvenes alemanes no olviden que, a causa de la guerra y el horror iniciados por Hitler, su país quedó divido en dos durante 40 años.
Antes de salir al Berlín actual, compramos unos souvenirs en la tienda del museo, como si hubiéramos viajado a aquel país desparecido solo legalmente.

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