El Museo fue creado por el empresario y coleccionista de arte Knud W. Jensen en 1958. Desde un principio pensó en un espacio para dar a conocer a artistas daneses, pero enseguida tuvo la feliz idea de que tenía que ser dentro de espacio museístico o una institución que ofreciera el mejor arte contemporáneo del mundo para el publico danés.
Cuando nos bajamos, es fácil encontrar nuestro destino: solo tenemos que seguir la pequeña hilera que forma la gente que acaba de bajar junto a nosotros del tren y que, en su gran mayoría, también van al Museo. Enseguida llegamos a lo que parece el jardín de una casa particular. Es la entrada, las mismas personas que han bajado del tren, y con las que hemos recorrido las calles de Humlebæk casi en fila india, ahora formamos una cola frente a esta casa. Veo entonces que la exposición temporal que podremos ver es de la artistas japonesa de Yayoi Kusama. Entre los setos del jardín, unas enormes calabazas de cerámica lucen topos y colores llamativos, es el preámbulo a lo que veremos dentro. Tras acceder al interior, podemos comenzar a ver la exposición de Kusama. Pasamos de sorpresa en sorpresa por habituaciones repletas de espejos, de topos, de pósits en los que cada cual puede escribir lo que quiera. La imaginación de esta artistas octogenaria es desbordante y muy lúdica.
A continuación nos dirigimos a otras salas interiores y a las galerías con grandes cristaleras para ver la exposición permanente. Desde aquí ya se puede ver el exterior, especialmente el mar gris y perlado típicamente invernal. La colección del Louisiana está formada por pintura y esculturas, la mayor parte de ellas piezas de gran importancia de los grandes artistas del siglo XX. Sobresale los Bacon, Picabia, Picasso en pintura, y en escultura sobrecoge la belleza de la sala dedicada a los caminantes de Giacometti, con una gran ventana por la que se ve un jardín exuberante como telón de fondo. En otra gran sala nos topamos con "El semicírculo" de Juan Muñoz, grupo escultórico formado por una serie de figuras en forma de sonrientes hombres orientales monocromáticos a tamaño natural, entre las que podemos pasearnos.
Ya en la parte exterior, ajardinada en diferentes terrazas sobre el mar, podemos apreciar el desarrollo arquitectónico de todo el Museo: desde una casa tradicional se ramifican las diferentes galerías en una especie de brazos o laberinto acristalado. Afuera nos encontramos las esculturas de Jean Arp, Dubuffet y Richard Serra; o los gigantescos móviles de Calder, estos crean un dramático contraste con colores llamativos y movimiento en medio de la naturaleza pausada e invernal que nos rodea. A pesar del frío, el exterior nos atrae más que los espacios interiores, repletos de visitantes.
Había leído en algún artículo que este museo, por su situación, era el más bonito del mundo. No me atrevería a decir tanto, pero sí que es uno de los más bonitos en su sabia combinación de arte, arquitectura y naturaleza.
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