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| Busto de Nefertiti |
Hemos reservado entradas, como si fuéramos a ver una obra de teatro, con día y hora para visitar el Museo Nuevo (o Neues Museum en alemán) de Berlín. Pero cuando estamos a punto de entrar en el metro, me doy cuenta de que me he dejado las entradas impresas en el hotel. En ese momento siento que, si en vez de imprimirlas, me las hubiera guardado digitalmente en el teléfono móvil, ahora no tendríamos este problema, pero soy un antiguo y lo digital me inquieta. Corremos de vuelta al hotel, cogemos las entradas y, corriendo, volvemos a la entrada del metro o U-Bahn. Tenemos el tiempo justo. Por suerte, solo tres paradas nos separan de la famosa isla de los museos de Berlín. Tan solo llegamos un par de minutos tarde, según la hora indicada en nuestros tickets, a la entrada al Museo. Por un momento tengo miedo de que la puntualidad alemana llegue al extremismo de impedirnos el acceso (aunque, vista la impuntualidad de los trenes alemanes en los últimos tiempos, deducimos que los teutones han olvidado sus viejas exigencias horarias). Así es, nos dejan entrar sin problema.
El nombre de Neues Museum puede llevar a error, pues aquí no hay nada nuevo. Esta institución se creó para ampliar o extender el llamado Museo Antiguo (o Altes Museum) que a mediados del siglo XIX había quedado pequeño. A tal fin, el arquitecto Friedrich August Stüler diseñó un edificio funcional en el estilo neoclásico tan al gusto alemán de la época, justo detrás. Cabe destacar que este edificio quedó tan dañado durante la II Guerra Mundial, que la extinta RDA no fue capaz de rehabilitarlo y el edificio estuvo en ruinas durante varias décadas, con proyectos de rehabilitación fallidos de por medio, y sus colecciones repartidas entre otras instituciones. Tras una ardua y cara restauración, reabrió en 2009.
De esta manera, en este lugar vuelven a reunirse las antiguas colecciones bajo los subtítulos de Museo Egipcio y Colección de Papiros y Museo de Prehistoria y Protohistoria; aquí se encuentra una colección insuperable de obras y objetos de la antigüedad egipcia y de la prehistoria y antigüedad europea. Como todo gran museo, su repertorio es inabarcable. Nosotros nos encaminamos en busca de los apartados del antiguo Egipto, distribuidos por la planta baja y la primera y la segunda planta; paseamos entre objetos de la vida cotidiana, estatuas de dioses y faraones, cabezas de escribas, frisos de templos y papiros. Por suerte, la visita al museo se hace amena pues no hay multitudes recorriéndolo. Sin embargo, nuestros pasos se encaminan firmes hacia el periodo llamado de Amarna, pues justamente aquí se encuentra una de las piezas más famosas de toda la Antigüedad, icono de la historia y el arte de Egipto: el busto de la reina Nefertiti. De hecho, solo por ver esta escultura sigular, la visita a la capital alemana ya merece la pena.
Yo ya había visto el busto en mi primer viaje a Berlín, allá por 1995, en su antiguo emplazamiento del pequeño museo dedicado a las antigüedades egipcias que había existido en el Berlín Occidental. Al parecer, esta pieza había quedado en el Berlín Oriental tras la guerra, pero después de la construcción del muro, misteriosamente, reapareció en el Berlín libre, donde estuvo expuesta en el museo en el que yo la vi.
Accedemos, por fin, a la sala en la que se encuentra el famosísimo busto de la esposa del faraón hereje Akenatón. Está subido en un podio dentro de una gran urna y tres personas la vigilan continuamente. Nos acercamos al vidrio y observamos impresionados la sutileza de sus rasgos, el color de la piel, la finura con la que fue tallada, la forma ovalada del cráneo tan característica del periodo amarniense, los colores que aún perviven en su superficie, la belleza y la humanidad que exhala, etc. Me sobrecoge como la primera vez que la vi. Sin embargo, cuando llevamos un cierto tiempo observándola atentamente, vemos cómo los vigilantes se aproximan a nosotros y nos miran recelosos. Es hora de dejar atrás una de las obras más extraordinarias de la creación egipcia.
Seguimos nuestro recorrido, ahora por salas dedicadas a la Prehistoria de diferentes lugares de Europa. Nos detenemos ante algunos hallazgos de periodo germánico antiguo y, en concreto, frente a otra pieza realmente singular y enigmática: un gorro ceremonial de oro repujado de la Edad de Bronce, cuya procedencia se desconoce y que, comprobamos, se decoró con referencias a los astros. Resulta curiosa su forma cónica, que recuerda a un capirote de la semana santa sevillana.
Antes de salir, nos detenemos en la tienda del museo. Nos sorprende la cantidad casi infinita de reproducciones a todos los tamaños del busto de Nefertiti. Me fijo en los precios de las reproducciones a tamaño natural allí expuestas; en una se indica que vale 5.000 euros. Me quedo horrorizado y ojiplático no por el coste en sí, sino porque la pieza está realizada de una manera muy grosera y sin demasiada fidelidad en los rasgos y especialmente en los colores, que en esta copia parecen más propios de un ninot de una falla valenciana. Pienso que estos alemanes actuales están perdiendo también el buen gusto o las maneras de la buena artesanía y, sobre todo, corren el peligro de perder el sentido y el valor de las cosas.



